Acabo de recuperar mi edición de “Un Mundo Feliz” de Aldous Huxley. Edición mexicana (me gusta pensar que de contrabando), tapa blanda, papel que amarillea por segundos, la tinta que chorrea en algunas páginas y en otras escasea; una delicia, vaya.
En este libro se describía un futuro en el que los seres humanos son alumbrados en cadena desde inmensos laboratorios, dotados con las cualidades óptimas para los trabajos que desempeñarían en su vida y, sí, diferenciados a través de un sistema de castas. Si te tocaba ser un Alfa, a desarrollar trabajos intelectuales. Si te tocaba ser un Épsilon, a cargar como una mula. Tampoco pasaba nada por ser una cosa u otra, en realidad, ya que desde el mismo estado embrionario a uno lo condicionan para ser completamente feliz con el tipo de vida que va a llevar. Determinismo genético a lo burro.
La juventud, si bien no es el tema central de la novela, sí es el valor supremo de esa sociedad. La medicina ha conseguido mantener a todos jóvenes hasta los sesenta (momento en el que hay que meterse en un horno, pero esa es otra historia) y, ¿qué puede hacer uno cuando su trabajo lo satisface plenamente y es “eternamente” joven y bello? Follar, follar y follar. Todo el día, a todas horas, con todo el mundo, es el deporte nacional de “Un Mundo Feliz”. Y cuando todo lo demás falla: drogas. En un mundo eternamente joven lo único que importa es el placer así que, por si algún temor nos estropea la fiesta, basta con tomarse una tableta de “soma”; una tableta cura diez pensamientos. Y es completamente inocua, además de legal. Está hasta subvencionada.
El libro es una crítica, por cierto. Una crítica sobre las consecuencias de intentar alcanzar el mito de una sociedad perfecta, aunque tengo la impresión de que no ha resistido demasiado bien el paso del tiempo. Quién diría que mucha gente lo daría hoy todo por vivir en un mundo así, renunciaría por completo a su libre albedrío, a la parte más importante de uno mismo sólo por verse siempre joven ante el espejo. Sin desgaste, pero también sin evolución. Sin identidad, a fin de cuentas.
Pues no puede ser, cojones. De todas formas hoy he descubierto un artefacto con el que poder comprobar morbosamente cuán joven es uno. Se trata de (¡tachaaaan!): ¡El Ruido Mosquito!
El “ruido de mosquito” es un sonido que sólo pueden escuchar los jóvenes, aproximadamente hasta los treinta años, aunque según vamos avanzando en edad menos individuos son capaces de escucharlo. Es un sonido chirriante y agudo, que deja el arañar la pizarra con las uñas o el frotar las púas del tenedor sobre un plato a la altura de la novena de Beethoven. Si se reproduce de forma constante consigue crispar los nervios del más pintado, y por ello se lleva utilizando desde hace un tiempo en ciertos lugares de Londres para disolver reuniones no deseadas de jóvenes. ¿El arma anti botellón definitiva? Definitivamente sí.
De todas formas los jóvenes ya han visto la forma de sacar provecho del ruido de marras, y ya empieza a haber disponibles tonos para el móvil con los que poder pasarse mensajes en medio de cualquier clase. Yo sueño con llevarme un bafle de diez metros a la facultad, emitir el “ruido mosquito” a máxima potencia y ver la cara de la desconcertada profesora que, ante la agonía de sus alumnos, piensa que está expuesta a un ataque de gas mostaza. O en utilizarlo para desenmascarar top models creciditas y guardarles el secreto a cambio de... ésto me lo guardo. Cada uno se divierte como quiere, qué puedo decir.
Sin embargo, el invento éste también tiene una aplicación didáctica. El “ruido de mosquito” se basa en que el oído, con el paso de los años, pierde la capacidad de escuchar ciertas frecuencias. Reunid a la familia delante del ordenador, pinchad en este enlace y recordad, mientras os asombréis por los estragos de la edad, que más pronto que tarde seréis como ellos. Memento mori. Estad preparados.
4 comentarios:
No he leido "Un mundo feliz" pero hubiera estado bien que el ruido de mosquito aquel que aparece a los 30 años no fuera otra cosa que el sonido de la muerte, es decir, el momento en el que el individuo comienza a ser consciente de su propia fragilidad, de que su alma desgraciadamente está sujeta a un fisico que se deteriora y que finalmente desaparece. No te creas que yo no venderia mi alma al diablo por una vida más corta pero en plenas facultades sin asistir a mi propio deterioro.
Si quieren profundizar más en el asunto lean Exit Ghost, de Philip Roth. Eso si una buena dosis de prozac cerca.
¿¡Eso significa que no lo has escuchado!? Vaya, pues te conservas de puta madre :p.
Nihilia yo solo escucho a peña, pero de mosquito na de na.......q me recomienda doctor???
Joder, contenerse con el volúmen del iPod o subir el volúmen de los altavoces al máximo hasta que escuches el pitido. Ahora, si el pitido que acabas escuchando es el "ruido mosquito" o no, esa sería otra historia.
Publicar un comentario