Siempre me ha caído mejor la libertad que la justicia. Tranquilos, no estoy intentando ser profundo, es simplemente que no me cae bien la Justicia, yendo por el mundo con un espadón como su brazo de largo y esa venda tapándola los ojos. Siempre me he quedado con ganas de preguntarla dónde coño está la piñata y por qué necesita tanto tiempo para endiñarle. La libertad, sin embargo, siempre va enseñando un pecho. Algunas podrían aprender. En fin, que todo este rollo sin sentido era para introducir la crónica de mi tercera visita a los juzgados de la Audiencia Provincial (ya les contaré la segunda, ya), en calidad de jurado popular. El día que me sentí piñata.
En realidad, el día fue tan excitante como hacer cábalas sobre la generación espontánea de pelusa en el ombligo. De acuerdo, quizás no es la mejor forma de comenzar un post, previniendo al lector (obsérvese el singular) de que lo que viene a continuación es la crónica de un día yermo como el desierto, pero nobleza obliga. De todas formas, creo que podría empeorarlo: los adjetivos “lúcido” y “observador” me describían tan bien como "recatada" a Isabel II. Había dormido dos horas y perdido el resto del tiempo y las córneas frente al ordenador, intentando rescatar del naufragio un corto con más fugas que la cárcel de “Evasión o Victoria”. De autoría propia, sí, aingh. Y por si aún no se han convencido de que seguir leyendo esto no les va a reportar ningún beneficio y que no les ayuda ni a ustedes ni a mí, les prevengo que escribo este post en ese mismo estado de somnolencia.
En fin, me imagino que las personas con un mínimo de decencia y sentido común habrán abandonado hace ya un rato el post, así que sólo quedamos los buenos. Ahora puedo decírselo. En la callecita tenemos planes precisos para dominar el mundo. Muahahaha. Todo está preparado, estén alerta, en cualquier momento les haremos una señal y desencadenaremos el caos y la destrucción. Muahahaha. No se corten, ríanse ustedes también como maníacos, que relaja una barbaridad. Si alguien les mira raro, quédense con su cara, que ya tendrá noticias suyas. Entonces si que tendrá razones para mirarles mal. Por el momento, hagan como si no hubiese dicho nada, silben distraídamente para disimular y prosigamos.
El caso es que había perdido el mapa que me enviaron (disimulen, coño, disimulen) para llegar a los juzgados y decidí ir a pelo, al fin y al cabo ya había ido una vez y siempre he pensado que tengo dotes de sherpa, así que me bajé en la estación de Metro que me dio la gana y fui a mi aire. El resultado fue que, al bajarme en una estación diferente a la que recomendaba el mapa, en vez de dar siete giros para llegar, conseguí llegar en tan sólo uno. A derechas, sí, pero no se me acostumbren. Un aplauso para el topógrafo de la Audiencia Provincial. GPS le apodan, los cabrones.
Lo dicho, que pese a la oposición institucional llegué a los juzgados. Al principio la cosa prometía. Tras pasar el arco de seguridad fui a subirme al ascensor y me encontré dentro una tía que llevaba una silla. Pensé “no recordaba que el ascensor fuera tan lento”, o lo mismo lo dije en alto (como aquella vez que a Tito se le escapó un “¡mmmm! tetitas…” al lado de una desconcertada viajera del Metro), porque mientras ascendíamos dijo:
-Este ascensor es lentísimo.
-Al menos tú vas cómoda.
Mirada de odio intenso. Cortinilla de estrella.
Cuando bajé del ascensor había una mujer esperando para conducirme a una sala de espera. Yo accedí, pero no sin antes fijarme que en el directorio anunciaban una prometedora “sala de togas”, que finalmente no pude visitar. Ya les decía que el día fue un auténtico tostón. No diré que la sala de espera cumplió con su cometido hasta que la mitad de los asistentes cayeron dormidos, no diré que la mujer que tenía al lado no paró de dedicarme su desayuno en forma de proyecciones de gas fétido, no diré que, entre veinticinco personas, no había ni una sola jamona con la que alegrarse la vista, simplemente diré que treinta euros no compensan, señores, no compensan. De vez en cuando aparecía una funcionaria para decirnos que lo mismo se llegaba a un acuerdo y nos íbamos de rositas. Mentalmente la respondía con un sonoro “los cojones”, pero al final resultó que sí, que tras tres tristes tigres… horas, habían llegado a un acuerdo y nos podíamos marchar. Sin embargo, en medio de la estampida generalizada, apareció otra funcionaria y nos dijo que la fiscal quería hablar con nosotros. Justo en ese momento empezaron a pitarle los oídos a la madre de la fiscal.
Nos hicieron entrar a, atención, la “sala número A” (“A” escrito a rotulador y pegado con celo en un papel), para que la fiscal nos informase de que habían llegado a un acuerdo y que nos podíamos ir. “Gracias”, añadió como principal novedad. Justo en ese momento empezaron a pitarle los oídos a la fiscal.
Nos condujeron de nuevo a la sala de espera y nos fueron llamando en grupos de cinco para aflojarnos los treinta lereles. Finalmente, nos devolvervieron la libertad. Según salía de los juzgados me encontré de frente con un cartel que rezaba “Metro a 300 metros”. Me dije, “no puede ser que el puto GPS no lo haya visto, seguro que la han puesto hace dos días”, y me fui a comprobar si la estación era nueva.
No, no lo era.
5 comentarios:
Entonces, ¿esto va a ser rollo Star Wars, que nos cuentas primero el final y luego lo que había pasado antes? ¿Es algún tipo de intento de innovación formal?
En cualquier caso, es una pena que terminen así sus andanzas con la justicia patria (esa furcia ciega), sin acabar de perder el juicio. ¡Que viva la tet... libertad!
¡Vivan las tet...!
Por lo visto una vez te han fichado se quedan con tu cara durante dos años, así que todavía hay esperanzas.
Y sobre el orden, si se lo dijese tendría que matarle, y a ver dónde encuentro luego alguien que se mida conmigo a whiskys.
aguantar eso y no te dan ni un misero bocata de chorizo....ais q mal está España...
Excelente crónica de tus “sentires” en tu paso por los juzgados, afortunadamente no como imputado.
Puntito iconoclasta, probablemente debido a tu edad, y no exento de genialidad tu primer párrafo.
La lectura del articulo, perdón, post, se hace interesante, es fácil llegar al final. ¡¡NO ABURRE!!
Siento discrepar, pero habría que decir "desgraciadamente, no como imputado". Desde el Gobierno Tricefálico Vitalicio de La Callecita todavía esperamos que alguna entrada (que no post) provoque un conflicto internacional y seamos llevados al tribunal de La Haya. Por lo menos. Hasta entonces, nos conformamos con decir sandeces más o menos provocativas, a la espera de que alguien se percate del potencial revolucionario subyacente.
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