viernes, 25 de enero de 2008

Mal de alturas

VUELO EI592
TRAYECTO MADRID – NUEVA YORK
HORA GMT + 01:00: 11: 11


“Señores pasajeros, les habla el capitán. Gracias por escoger nuestra compañía para volar. En breves momentos iniciaremos el despegue rumbo a Nueva York. Que disfruten del [CRICK]”

El capitán se quedó perplejo, mirando el comunicador en su mano. Era la primera vez que fallaba.
-…vuelo.


Estaba de un excelente humor esa mañana, el cielo estaba tan despejado como el escote de sus azafatas, se había acordado de quitarse la alianza antes de subir al avión y tenía los machos llenos de amor, así que miró a su copiloto y se encogió de hombros. Se caló la gorra de piloto con la visera a un lado, “gangsta style”, y despegó canturreando un mambo.

Cuando hubo puesto el avión en ruta dejó que el piloto automático hiciese el trabajo sucio, subió los pies encima del panel de mando y se relajó mirando cómo engullía nubes el avión, mientras repasaba mentalmente la lista de cócteles del servicio de catering. De pronto, un piloto se encendió y comenzó a parpadear.

Un pitido de alarma invadió toda la cabina y su copiloto y él intercambiaron una mirada de pavor. El capitán fijó su mirada en el piloto intermitente y reaccionó como cualquier primate reacciona ante un piloto de emergencia que se enciende y se apaga: puso cara de no haber pensado nada en toda su vida y procedió a darle golpecitos con la punta del dedo índice.

Mientras que una parte de su cerebro se ofendía con una lucecita por el poco caso que le estaba haciendo, otra estaba trabajando duro para interpretarla (no sin antes hacer que descendiesen los niveles de testosterona, por capullo) hasta que consiguió mandar un luminoso con letras rojas bien gordas al centro de decisiones: FUEGO EN COLA. Para entendernos, el “fuego en cola” es algo así como un 9`5 en el hostiómetro, no a mucha distancia del tubo del avión partido por la mitad. Los centros del habla hicieron del terror, poesía:

-¡Coño! ¡Coño! ¡Coño!
-Me silban los oídos – apareció una azafata insinuándose.
-¡Que no! ¡Que no! ¡Fuego en cola! ¡Fuego en cola!
-De eso me encargo yo, papito…
-¡Que no, joder! ¡Que hay fuego en la cola del avión! ¡Que vayas a mirar cagando leches!

La azafata salió cagándose en todo el santoral. El capitán sacó una foto de su esposa y sus dos hijos de la cartera y la acarició con ternura. Miró a sus dos niños, y pensó que probablemente recibirían una buena indemnización, y podrían estudiar en colegios caros e ir a buenas universidades. Pensó que quizás el mayor podría seguir sus pasos, y sintió una mezcla de orgullo y melancolía imaginándose a su hijo con un altavoz, abriéndose paso entre una horda de viajeros suplicantes, arengando al resto de pilotos a mantener la huelga un puente más. Después miró a su mujer. Tantos años y seguía reconociendo la misma mirada que lo cautivó cuando se conocieron. Lamentó haberla sido tan infiel. Las azafatas eran una conquista irrenunciable, demasiado tentadoras, demasiado… qué coño, no iba a traicionarse a sí mismo en sus últimos momentos, que le quitasen lo bailao.

- Capitán… - entró la azafata acompañada de un pasajero. Falsa alarma, capitán. Era este pasajero, que estaba fumando en los servicios de cola.
- ¿Cómo? – el capitán se levantó a duras penas de su asiento, con las piernas bailándole el calypso y calzoncillos blanco nuclear en la mente. Intentó recuperar la compostura. Caballero, ¿sabe usted que no está permitido fumar en el avión?
- Sí, bueno, oiga, era sólo un cilindrito, este maldito vicio que…
- Caballero… ¿Sabe usted que esto puede costarle una dura sanción por parte de la compañía?
- ¿Una sanción? ¡Qué persecución! ¡Nos tienen enfilaos! ¿Por qué no nos ponen ya un brazalete con una estrella de David?
- ¿Pero qué coño dice usted?
- ¡O envenenan un cigarro de cada cien y acabamos antes! ¡¡Son ustedes unos talibanes del tabaco!!
- ¡¿Pero qué cojones dice usted?!
- ¡Todo el mundo con las manos en alto! –apareció un tipo encañonándolos a todos con una pistola.
- ¡Aaaargh! ¡No volveré a fumar, lo prometo!
- ¿¡Pero qué…!?¡¿Y usted quién coño es?! –bramó el piloto mientras el pasajero y la azafata se abrazaban aterrados.
- ¡Policía de Estados Unidos! ¿¡Quién ha dicho talibán!?
- ¡¡Pero me cago en mi estampa!! ¡¡Llevaros a estos memos de aquí!! ¡¡Y me atáis a ese al asiento!! ¡¡Y como vuelva a fumar viaja en la bodega!! ¡¡En la puta bodega!!

Mientras el copiloto y la azafata intentaban sacar al pasajero y al policía de paisano de la cabina, el capitán cogió el comunicador y, completamente enajenado, habló para los pasajeros:

“Se[CRICK]res pa[CRICK]jeros, les recordamos que en este vuelo [CRICK] está permitido [CRICK]ar. Coo [CRICK CRICK CRICK] pulación [CRICK CRICK CRICK CRICK] con el resto de pasajeros. Tengan muy buenos días [CRICK].”

VUELO EI592
TRAYECTO MADRID – NUEVA YORK

HORA GMT + 01:00: 13: 31

El capitán había conseguido relajarse después de todo, y había recuperado su optimismo habitual. Se relajaba recreándose en imágenes lúbricas de azafatas mientras se hacía trampas al solitario. El copiloto se había puesto sus gafas ahumadas, señal inequívoca de que estaba debatiéndose entre la vigilia y la inconsciencia, así que el capitán buscó con la mirada algún objeto con el que producir un estruendo ensordecedor. Sincronicidad lo llaman. El pitido de alarma los hizo saltar de su asiento. Comprobaron aturdidos el origen del problema: se había encendido de nuevo el piloto de “fuego en cola”. El copiloto se hundió en su asiento, aún adormilado:

-Ese idiota habrá vuelto loco al detector de humos. Ve a echar un vistazo, anda.
-Ejem… Díselo a mi gorra. Oh, vaya, dice que yo soy el capitán, que vayas tú.

Se produjo un silencio incómodo. Respondieron al unísono:

-Azafatas.
-Las llamas tú –se adelantó el capitán.
-Llamas t… Las llamo yo, vaya problema –dijo el copiloto con evidente rencor, se le daban mal este tipo de juegos de respuesta rápida. En el colegio nunca le llegaban los porros.

El copiloto abandonó la cabina entre gruñidos. El capitán se quedó con la mirada perdida, pendiente del pitido de alarma. Dos avisos en un mismo vuelo, ¿cuántas posibilidades había de que eso ocurriese? Pocas, aunque dependiendo de cada compañía, claro. Comenzó a recordar que durante la anterior alarma, mientras pensaba que iba a morir, pudo arrepentirse de haber sido infiel a su mujer y no lo hizo. ¿Acaso eso lo convertía, entonces, en una mala persona? Sí, sin duda. Pensaba que no debía ponerle los cuernos a su mujer, pero aún así no se arrepentía. Se quedó en blanco un momento. Era la primera vez que se veía a sí mismo como una mala persona. Un momento. ¿El altímetro marcaba un ligero descenso? No, era su imaginación. No, marcaba un ligero descenso. Siempre había pensado que tendría tiempo para redimirse, para resarcir el mal que había hecho. Los niveles estaban en sus parámetros normales, aunque oscilaban algo más de lo normal. ¿No estaría cediendo al pánico? Pero, ¿y si no quedaba ya tiempo? ¿Y si no pusiese dar marcha atrás? ¿No parpadeaba cada vez más deprisa el piloto de alarma? Entonces, él, ¿no tenía ya solución? ¿No podría morir en paz consigo mismo? ¿La velocidad se mantenía constante? ¿Había vuelto a descender el altímetro? ¿Su último pensamiento sería un lamento? Todavía no podía morir. Justo ahora no. Tarde, pero se había dado cuenta. No quería morir. No podía. No…

-Hola, lo siento, soy yo otra vez… -apareció el pasajero fumador con la cabeza gacha y una colilla a medio apagar en las manos.
-¡¿Pero qué…?! ¡¡Me cago en mi raza!!
-Es este maldito tabaquismo que…
-¡¿¡Pero tú me quieres matar de un infarto o qué!?!¡¡Al puto océano vas!! ¡¿Me entiendes?!¡¡¡Al puto océano!!!
-No, ¿eh?, yo… con mojarme los cilindritos…
-¡¡¡¡Me lo cargo!!!!¡¡¡¡Yo a este me lo cargo!!!!¡¡¡¡La pistola de bengalas que me lo cargo!!!

Mientras que en las pantallas del avión Meg Ryan tenía un e-mail y cundía el pesimismo entre el pasaje, de la cabina salían unos berridos infrahumanos:

¡¡¡Que estoy muy loco!!!¡¡¡¡Que estoy muy loco hostias!!!!

VUELO EI592
TRAYECTO MADRID – NUEVA YORK

HORA GMT + 01:00: 15: 51

Hay varios grados de mala hostia. Está el primer grado, reconocible porque el individuo en cuestión responde con monosílabos ante cualquier interpelación. Está el segundo, en el que el energúmeno padece un ataque de verborrea y arremete irreflexivamente contra cualquier ser u objeto querido a su alcance. Está el tercer grado, en el que el espécimen se queda quieto, muy quieto, tan quieto que su cuerpo comienza a temblar, esperando la más mínima excusa para descargar su furia homicida. El cuarto grado está poco documentado. El quinto es experimental. El capitán se encontraba desde hacía dos horas en el sexto grado: con los ojos inyectados en sangre, respirando con dificultad y enseñándole los colmillos a su copiloto, que se había refugiado detrás del sillón. Cuando el piloto de “fuego en cola” volvió a encenderse, el pobre hombre se encomendó a Cristo, Angel, y su buen hacer con los leones.

El capitán le graznó que le diese su comunicador para hablar con las azafatas. El copiloto se lo acercó hasta una distancia prudencial y retiró rápidamente la mano. Con la voz más dulce y sosegada que ser humano ha entonado sin recurrir a barbitúricos, el capitán entonó:

-Niñas, preciosas, decidme. ¿Veis algún indicio de fuego en cola?
-¿Ca… capitán? ¿Está usted bien?
-No os preocupéis por mí y limitaros a contestarme. ¿Veis humo en el pasillo?
-…no, no, no hay humo.
-¿Gente chillando, corriendo por los pasillos aterrorizada o arrancándose el pelo a tirones?
-…no, no.
-Muy bien, niñas. Muchas gracias. Protocolo de emergencia.


Estaba fumándose su cilindrito de después de comer. Exhalaba el humo a grandes bocanadas e intentaba perfeccionar sus círculos de humo. Cuando la puerta se abrió de sopetón, sólo alcanzó a ver a cuatro personas con máscaras de gas y trajes ignífugos que lo apuntaban con varios extintores. Un segundo después estaba flotando en un universo blanco e inmaculado, vagando en la inmensidad, sintiéndose como si hubiese vuelto al vientre de su madre y, conmovido, pensó que la experiencia bien merecía que le regalase al capitán una caja de puros.

2 comentarios:

Timoteo dijo...

Menos mal que por fin alguien se digna a escribir, que el Timoteo y compañía son una panda de dejaos.

Ah, y oye, cachondo el post, con algún toque Terry Pratchett que resulta bsatante curioso.

Hala, a ver si con alcohol se cura la hostia que me han dado los de las SS(R).

Anónimo dijo...

jajajajajaj!jo hacía mucho q no me metía y veo q la calidad ha subido!!muy bueno!