domingo, 18 de noviembre de 2007

El Frío y Dorothy Hale.

La mujer gorda venía delante
arrancando las raíces y mojando el pergamino de los tambores;
la mujer gorda
que vuelve del revés los pulpos agonizantes.
La mujer gorda, enemiga de la luna,
corría por las calles y los pisos deshabitados
y dejaba por los rincones pequeñas calaveras de paloma
y levantaba las furias de los banquetes de los siglos últimos
y llamaba al demonio del pan por las colinas del cielo barrido
y filtraba un ansia de luz en las circulaciones subterráneas.
Son los cementerios, lo sé, son los cementerios
y el dolor de las cocinas enterradas bajo la arena,
son los muertos, los faisanes y las manzanas de otra hora
los que nos empujan en la garganta.

Poeta en Nueva York ( Federico Garcia Lorca)

I. Y el frío de la ciudad llegó con contundencia, como se fue. Esta vez parece que fue anteayer, por eso la sensación que te cala los huesos es trágicamente familiar.

Ahora me gustaría preguntarle a Nacho Vegas si es esta la sensación imperecedera que le acompaña u otra. O en realidad no la conoce y es un disfraz publicitario que corrobora la extraña sensación que tengo, esa que esta convencida de que sus ventas masivas se deben a la razonada compasión que suscita. Su fragilidad.

Bien, acordamos que la felicidad es un estado pretérito e increíblemente volátil. Pero no nieguen que existen periodos, habitualmente fluctuantes, inexistentes para los necios o para los ignorantes de corazón y de cabeza, en los que todo a tu alrededor, si no es bonito, posee una cierta armonía imperfecta, una estabilidad. Quizás fue mi relativamente triste infancia, o mi adolescencia inacabada, que en uno de esos periodos de felicidad pensé que si, que alomejor la vida era así y me había mal acostumbrado. Pero la señora gorda volvió hace poco. Y la señora gorda no es tristeza ni desesperanza. Ni soledad, ni caída al vacío, ni todo lo contrario. Solo es frío.

II. Este extracto de Lorca me hizo pensar en un cuadro de Frida Kahlo que había olvidado.Me ha recordado al Nueva York de los años 30, ese que conoció el poeta. De crisis bursátiles y sueños truncados. No deja de ser curioso que un lugar tan grisáceo significara esperanza y futuro para los tripulantes hacinados en aquellos transatlánticos procedentes de Europa que cruzaban el Río Hudson.

5 comentarios:

Nihilia dijo...

Por suerte, para que la felicidad sea un estado transitorio se necesita que la tristeza también lo sea...

Si la señora está gorda, ¿quién la está alimentando?

Acelgas.

Y abrazos.

Timoteo dijo...

Y a mí que el tal Lorca siempre me ha parecido un poco pesado... que sí, que unas metáforas fabulosas, unas imágenes apabullantes, un maravilloso sentido del ritmo, pero no hay forma de saber de qué rayos habla el 80% del tiempo. O te haces con un traductor Lorca-Resto-del-mundo o sólo obtienes un bello cascarón.

Nihilia dijo...

Me pasa algo parecido, pienso que cualquier forma de arte que necesite una guía ilustrada para comprenderla es puro onanismo.

Claro que puede ser un placer delicioso, pero solitario; es mejor cuando hay amor.

Y no me citen a Woody Allen.

Segundo de Chomon dijo...

Nihilia, me acuerdo de una conversación en el coche en el que ponias en duda la Felicidad. Todavia la tengo presente. Estoy de acuerdo en ese sistema de de compensaciones.
Timoteo, me parece una pulcra declaración de honestidad admitir que el 80% del tiempo no sabes a que se refiere. A todos nos pasa lo que ocurre es que muy pocos se atreven a admitirlo. De todas formas no creo que sea necesario entender lo que dice para disfrutar de él. Para mi su poesia son imagenes que hacen referencia al mundo de los sueños, y a los terrores infantiles. Me parece especialmente poderosa la metafora sobre las calaveras de paloma.
Un abrazo

Timoteo dijo...

No, si me he leído un par de veces el Romancero gitano y el Poema del cante jondo y, como decía, tiene un sentido del ritmo asombroso y una gran capacidad para crear imágenes. De hecho, el romancero es bastante potable en cuanto a significado una vez que conoces un par de asociaciones lorquianas. Pero lo de Poeta en Nueva York me resulta demasiado.
De este poema, la mayor fuerza me llega con los últimos cuatro versos, más que con la señora gorda.

No sé, pudiendo leer a Miguel Hernández, a Bécquer, a Ángel González... hasta Antonio Machado, dentro de su aridez, resulta más accesible que el amigo Federico.